“You only have the time that God gives you”: Una familia migrante.
El tema que presenté la semana pasada, “Solo tienes el tiempo que Dios te da”, se ve en algunas historias que conté anteriormente en mi serie de blogs. Deseo repetir algunas de esas historias para que puedan recordarse en este momento.
“La Primera Comunión de siete hijos de unos migrantes”
Por trece veranos presenté programas para la Primera Comunión de niños de trabajadores agrícolas migrantes en Oregón y California. Cada año, varios seminaristas Redentoristas y voluntarios laicos me acompañaron en las huertas, viñedos, lecherías y comunidades aisladas, facilitando el acceso a los sacramentos para los hijos de los migrantes. En el verano del 2012, nuestro equipo Redentorista de la misión de verano ofreció clases para la Primera Comunión para cincuenta y un niños y adolescentes en Allensworth, California. Las clases eran por diez noches con clases para los niños y para los padres. Este año fue excepcional, con asistencia casi perfecta no sólo de los niños sino también de los padres.
Cada año, tres o cuatro familias dejan una impresión duradera en los equipos misioneros. Una familia nos conmovió de una manera especial. Esta familia nos evangelizó más que nosotros a ellos.
El camino de fe para una familia migrante
Pompeyo y Elia estuvieron casados por treinta y ocho años. Tienen dos hijos y diez nietos. En 1999, todos se vinieron para trabajar a los Estados Unidos. Pompeyo, Elia, los dos hijos y sus esposas y dos niños llegaron a Arizona en busca de trabajo en cualquier oportunidad que pudieran encontrar. En los primeros doce años en los Estados Unidos, su búsqueda de trabajo los llevó a nueve estados: Arizona, California, Texas, South Dakota, Kansas, Georgia, Nevada, Maryland y Mississippi. Se mudaron más de quince veces y finalmente llegaron a California en el 2009. Los dos hijos tuvieron otros ocho niños. La familia nunca se separó en toda su jornada siguiendo el trabajo.
Al igual que muchos católicos, hubo un tiempo en que Pompeyo y Elia eran carentes e inconsistentes en la práctica de la fe. Ellos deseaban haber sido mejores ejemplos cuando sus hijos eran pequeños, pero la práctica de su fe se hizo más consistente cuando sus hijos llegaron a la edad adulta. Los diez nietos fueron bautizados, pero sólo la más grande recibió su Primera Comunión. Ninguno de los otros nietos recibió la Primera Comunión por motivos de movilidad, pobreza y angustia.
En el 2009, la familia experimentó el primero de varios desafíos que cambiarían sus vidas. La esposa del hijo mayor murió de repente dejándolo con cinco niños de dos a catorce años. Los abuelos asumieron más responsabilidad. Luego en el 2010, en una redada de inmigración en el lugar de trabajo, las autoridades arrestaron y deportaron al otro hijo y a su esposa, dejando a los abuelos con sus cinco hijos. En abril del 2011, las autoridades deportaron también al hijo viudo.
La adversidad llevó a la familia a un vínculo más profundo y surgió en ellos el deseo de estar más cerca de Dios. Pompeyo y Elia les enseñaron a sus nietos valores como la cortesía y la disciplina. Los abuelos les ofrecieron estabilidad a los niños que habían perdido a su madre a la muerte y a los otros padres que habían sido deportados. Pompeyo, Elia y sus hijos consideraron lo que era mejor para los niños. Los padres querían que sus hijos estuvieran con ellos, pero temían no poder cuidar de ellos en México. A pesar de todo, los abuelos les brindaron a los nietos estabilidad, amor y fortaleza.
La desilusión con la Iglesia
Los niños no tuvieron la oportunidad de recibir la Primera Comunión porque la familia no permanecía en un lugar el tiempo suficiente para completar un programa catequético. En el lugar anterior donde vivieron, las personas encargadas de la catequesis les informaron que los niños necesitaban estar en un programa de dos años y que no se podía hacer una excepción. Pompeyo y Elia sentían tristeza al contemplar si irse a México para reunir a la familia o continuar luchando para establecer su hogar en los Estados Unidos. Estaban desilusionados con los líderes religiosos y sacerdotes que no cooperaban con ellos para asegurar que los niños recibieran los sacramentos.
Pompeyo y Elia oyeron de programas para campesinos en otras comunidades que ofrecían programas más de acuerdo con las vidas de los trabajadores agrícolas, pero esos programas no estaban en la zona donde vivían. Oyeron hablar de un misionero que tenía un equipo de seminaristas y laicos que ofrecían clases de verano para los niños, pero no tenían idea de dónde o con quién comunicarse. Pompeyo dijo: “Yo pensé que era sólo un mito”. Entonces, en un grupo de oración, se enteraron de que había un misionero empezando un programa de la Primera Comunión a unas trece millas de donde vivían y que al día siguiente eran las inscripciones. Pompeyo y Elia inscribieron a siete niños de ocho a dieciséis años.
Momento incómodo en las clases
El primer día de clases había cuarenta niños. Otros ocho niños ingresaron a la clase los siguientes dos días. En la cuarta noche, dos madres pidieron que sus tres niños ingresaran a la clase. Me opuse y les dije que como eran de una ciudad, que no vivían en el campo y que era la cuarta noche, no podíamos aceptar más niños en las clases. Me sentí incómodo al ver a las mujeres alejarse. Le avisé a la clase que tenía que hablar con las dos madres. Pompeyo dijo: “Fue como si él hubiera dejado a las noventa y nueve …” Unos minutos después, les dimos la bienvenida a las dos mujeres al grupo y enviamos a los niños a participar en las clases. Pompeyo dijo: “Lo vi luchar con lo que debía hacer, y usted hizo lo correcto.”
Confiar en Dios
El primero de julio, cincuenta y uno niños recibieron su Primera Comunión. Varios padres habían empezado a prepararse para casarse por la Iglesia. Todas las familias trajeron comida para una celebración después de la misa. Varios tuvieron fiestas con sus familias en la tarde y en la noche. El equipo de la misión fue a varias fiestas, pero la fiesta de los siete nietos de Pompeyo y Elia fue muy especial. La alegría de los siete niños y sus hermanos era evidente. Dos de los niños presumieron sus logros de la escuela pues habían ganado el primero y segundo lugar en la competencia de oratoria para estudiantes de educación migrante en el estado de California. Una obtuvo el primer lugar y su prima obtuvo el segundo lugar para estudiantes de séptimo grado. Lo que causó más risa fue cuando los niños le dijeron a la que obtuvo el primer lugar: “No olvides que eres la más tonta de la familia”. Ella había sacado una “B” en sus calificaciones de la escuela; los otros habían sacado “A” en todas sus calificaciones.
El viernes después de las Primeras Comuniones, Pompeyo, Elia y los diez nietos fueron a México para reunirse en familia con los padres de los niños. Pompeyo dijo que durante mucho tiempo habían pensado enviar sólo a los niños, pero los niños les dijeron: “Ustedes no nos pueden dejar”. Por un momento consideraron que Pompeyo se podría quedar en los Estados Unidos para enviar dinero, pero él me dijo: “Padre, en treinta y ocho años nunca hemos estado separados. Ahora no es el momento para empezar”.
Nunca subestime a una familia de fe. Ésta es sólo la historia de una de las familias migrantes que he tenido el privilegio de conocer. Son personas al margen de la sociedad que necesitan nuestra atención.
The theme that I introduced last week, “You only have the time that God gives you,” is seen in a few stories that I told earlier in my series of blogs. I wish to repeat a few of those stories so that they may be remembered at this time.
“La Primera Comunión de siete hijos de unos migrantes”
Por trece veranos presenté programas para la Primera Comunión de niños de trabajadores agrícolas migrantes en Oregón y California. Cada año, varios seminaristas Redentoristas y voluntarios laicos me acompañaron en las huertas, viñedos, lecherías y comunidades aisladas, facilitando el acceso a los sacramentos para los hijos de los migrantes. En el verano del 2012, nuestro equipo Redentorista de la misión de verano ofreció clases para la Primera Comunión para cincuenta y un niños y adolescentes en Allensworth, California. Las clases eran por diez noches con clases para los niños y para los padres. Este año fue excepcional, con asistencia casi perfecta no sólo de los niños sino también de los padres.
Cada año, tres o cuatro familias dejan una impresión duradera en los equipos misioneros. Una familia nos conmovió de una manera especial. Esta familia nos evangelizó más que nosotros a ellos.
El camino de fe para una familia migrante
Pompeyo y Elia estuvieron casados por treinta y ocho años. Tienen dos hijos y diez nietos. En 1999, todos se vinieron para trabajar a los Estados Unidos. Pompeyo, Elia, los dos hijos y sus esposas y dos niños llegaron a Arizona en busca de trabajo en cualquier oportunidad que pudieran encontrar. En los primeros doce años en los Estados Unidos, su búsqueda de trabajo los llevó a nueve estados: Arizona, California, Texas, South Dakota, Kansas, Georgia, Nevada, Maryland y Mississippi. Se mudaron más de quince veces y finalmente llegaron a California en el 2009. Los dos hijos tuvieron otros ocho niños. La familia nunca se separó en toda su jornada siguiendo el trabajo.
Al igual que muchos católicos, hubo un tiempo en que Pompeyo y Elia eran carentes e inconsistentes en la práctica de la fe. Ellos deseaban haber sido mejores ejemplos cuando sus hijos eran pequeños, pero la práctica de su fe se hizo más consistente cuando sus hijos llegaron a la edad adulta. Los diez nietos fueron bautizados, pero sólo la más grande recibió su Primera Comunión. Ninguno de los otros nietos recibió la Primera Comunión por motivos de movilidad, pobreza y angustia.
En el 2009, la familia experimentó el primero de varios desafíos que cambiarían sus vidas. La esposa del hijo mayor murió de repente dejándolo con cinco niños de dos a catorce años. Los abuelos asumieron más responsabilidad. Luego en el 2010, en una redada de inmigración en el lugar de trabajo, las autoridades arrestaron y deportaron al otro hijo y a su esposa, dejando a los abuelos con sus cinco hijos. En abril del 2011, las autoridades deportaron también al hijo viudo.
La adversidad llevó a la familia a un vínculo más profundo y surgió en ellos el deseo de estar más cerca de Dios. Pompeyo y Elia les enseñaron a sus nietos valores como la cortesía y la disciplina. Los abuelos les ofrecieron estabilidad a los niños que habían perdido a su madre a la muerte y a los otros padres que habían sido deportados. Pompeyo, Elia y sus hijos consideraron lo que era mejor para los niños. Los padres querían que sus hijos estuvieran con ellos, pero temían no poder cuidar de ellos en México. A pesar de todo, los abuelos les brindaron a los nietos estabilidad, amor y fortaleza.
La desilusión con la Iglesia
Los niños no tuvieron la oportunidad de recibir la Primera Comunión porque la familia no permanecía en un lugar el tiempo suficiente para completar un programa catequético. En el lugar anterior donde vivieron, las personas encargadas de la catequesis les informaron que los niños necesitaban estar en un programa de dos años y que no se podía hacer una excepción. Pompeyo y Elia sentían tristeza al contemplar si irse a México para reunir a la familia o continuar luchando para establecer su hogar en los Estados Unidos. Estaban desilusionados con los líderes religiosos y sacerdotes que no cooperaban con ellos para asegurar que los niños recibieran los sacramentos.
Pompeyo y Elia oyeron de programas para campesinos en otras comunidades que ofrecían programas más de acuerdo con las vidas de los trabajadores agrícolas, pero esos programas no estaban en la zona donde vivían. Oyeron hablar de un misionero que tenía un equipo de seminaristas y laicos que ofrecían clases de verano para los niños, pero no tenían idea de dónde o con quién comunicarse. Pompeyo dijo: “Yo pensé que era sólo un mito”. Entonces, en un grupo de oración, se enteraron de que había un misionero empezando un programa de la Primera Comunión a unas trece millas de donde vivían y que al día siguiente eran las inscripciones. Pompeyo y Elia inscribieron a siete niños de ocho a dieciséis años.
Momento incómodo en las clases
El primer día de clases había cuarenta niños. Otros ocho niños ingresaron a la clase los siguientes dos días. En la cuarta noche, dos madres pidieron que sus tres niños ingresaran a la clase. Me opuse y les dije que como eran de una ciudad, que no vivían en el campo y que era la cuarta noche, no podíamos aceptar más niños en las clases. Me sentí incómodo al ver a las mujeres alejarse. Le avisé a la clase que tenía que hablar con las dos madres. Pompeyo dijo: “Fue como si él hubiera dejado a las noventa y nueve …” Unos minutos después, les dimos la bienvenida a las dos mujeres al grupo y enviamos a los niños a participar en las clases. Pompeyo dijo: “Lo vi luchar con lo que debía hacer, y usted hizo lo correcto.”
Confiar en Dios
El primero de julio, cincuenta y uno niños recibieron su Primera Comunión. Varios padres habían empezado a prepararse para casarse por la Iglesia. Todas las familias trajeron comida para una celebración después de la misa. Varios tuvieron fiestas con sus familias en la tarde y en la noche. El equipo de la misión fue a varias fiestas, pero la fiesta de los siete nietos de Pompeyo y Elia fue muy especial. La alegría de los siete niños y sus hermanos era evidente. Dos de los niños presumieron sus logros de la escuela pues habían ganado el primero y segundo lugar en la competencia de oratoria para estudiantes de educación migrante en el estado de California. Una obtuvo el primer lugar y su prima obtuvo el segundo lugar para estudiantes de séptimo grado. Lo que causó más risa fue cuando los niños le dijeron a la que obtuvo el primer lugar: “No olvides que eres la más tonta de la familia”. Ella había sacado una “B” en sus calificaciones de la escuela; los otros habían sacado “A” en todas sus calificaciones.
El viernes después de las Primeras Comuniones, Pompeyo, Elia y los diez nietos fueron a México para reunirse en familia con los padres de los niños. Pompeyo dijo que durante mucho tiempo habían pensado enviar sólo a los niños, pero los niños les dijeron: “Ustedes no nos pueden dejar”. Por un momento consideraron que Pompeyo se podría quedar en los Estados Unidos para enviar dinero, pero él me dijo: “Padre, en treinta y ocho años nunca hemos estado separados. Ahora no es el momento para empezar”.
Nunca subestime a una familia de fe. Ésta es sólo la historia de una de las familias migrantes que he tenido el privilegio de conocer. Son personas al margen de la sociedad que necesitan nuestra atención.
Oh Jesús, tú nos llamas: “Síganme”. Bendice, Señor, a todos los que acogen tu llamado. Puede que el camino no sea fácil, pero tenemos la confianza de que todo es posible si caminamos contigo. Que este viaje nos abra los ojos a las maravillas de tu amor por nosotros. Oramos por toda tu gente, por todos los creyentes e incrédulos, por los líderes y seguidores. Oramos por la sanación, el perdón, la compasión, la justicia y la paz. Oramos para que, al seguirte, nosotros también podamos ser pescadores de hombres. Bendícenos en nuestro viaje.
O Jesus, you call us, “Come after me.” Bless, O Lord, all who welcome your call. The path may not be easy, but we have confidence that all things are possible if we walk with you. May this journey, open our eyes to the wonders of your love for us. We pray for all your people, for all believers and unbelievers, for leaders and followers. We pray for healing, for forgiveness, for compassion, for justice, for peace. We pray that as we follow you, we too can be fishers of men. Bless us on our journey.