Vocation/Vocación : Seminarians on Mission
Seminaristas trabajando con migrantes
Para muchos Redentoristas, nuestra primera experiencia en la obra misionera comenzó en campamentos de migrantes en Wisconsin. P. Jimmy O’Connell, C.SS.R. viajaró con los migrantes mientras seguían las cosechas de sur a norte y de regreso al sur para el invierno. Preparamos a los niños para recibir su Primera Comunión. Nuestro tiempo en un campamento fue solo de una semana, y preparamos a los niños para su primera confesión y para la comunión. Fue un día especial cuando los niños recibieron su Primera Comunión.
En 2000, comencé a ofrecer misiones en Oregon preparando a los niños para la Primera Comunión y jóvenes para la Confirmación, así que invité a unos seminaristas participar en la misión. Los seminaristas y laicos voluntarios se formaron una comunidad misionera. Cuando llegamos a The Dalles, pasamos ocho a diez días visitando campamentos de migrantes para invitar y registrar a los niños en las clases. Cada noche celebramos la misa en diferentes campamentos. Las mañanas incluyeron la oración de la mañana, la discusión de lo que vivimos el día anterior y la preparación de materiales para las clases. Las clases duraron dos semanas, preparando a los niños y a los jóvenes para los sacramentos.
Después del comienzo de las clases, nuestras discusiones cada mañana abordaron las preocupaciones que surgieron durante las clases y las misas vespertinas. Cada día, algunos prepararon el almuerzo. Cenamos en huertas muchas noches, y cuando no había una cena planificada, íbamos a uno de los cafés locales, restaurantes mexicanos o pizzerías. El equipo misionera se transformó en una comunidad religiosa. Los seminaristas fueron testigos de la vida religiosa a nuestros voluntarios laicos y los voluntarios laicos enriquecieron la experiencia de verano de los seminaristas.
Cada año, terminamos la misión con una breve vacación. La mayoría de los años, después de la celebración de los sacramentos, alquilamos una casa en una playa de Oregón y pasamos dos días en la costa de Oregón. Un año, fuimos a un rancho de caballos en Idaho, y otra vez acampamos en el Parque Nacional Canyon Lands. Muchos de los seminaristas dijeron que el verano en los campamentos de migrantes fue el punto culminante de sus experiencias misioneras de verano como seminaristas. Siempre fue un momento especial para mí como su mentor.
(Mañana: Reflexión para el Día de Todos los Santos)
Seminarians Working with Migrants
For many Redemptorists, our first experience in missionary work began in migrant camps in Wisconsin. Fr. Jimmy O’Connell, C.SS.R. traveled with migrants as they followed harvests from the south to the north and back to the south for the winter. We prepared children to receive their First Communion. Our time in a camp was only for one week, and we prepared children for their first confession and for communion. It was a special day when the children received their First Communion.
In 2000, I began offering missions in Oregon preparing children for First Communion, so I invited seminarians to be part of my mission teams. The seminarians and the lay volunteers joined me for four weeks. When we arrived in The Dalles, we spent the first eight to ten days visiting migrant camps to invite and register children for our classes. Each evening throughout our time in The Dalles, we celebrated Mass in different camps. Our mornings involved morning prayer, discussion of what we experienced the day before and preparing materials for the classes that began on our second Monday in the orchards. We had classes for two weeks, preparing children for First Communion and youth for Confirmation.
Once the classes began, our discussions each morning addressed concerns that arose during the classes and the evening Masses. Each day, we took turns preparing lunch. Our evening meals often were at orchards, and when there was no planned dinner, we went out to one of the local cafes, Mexican restaurants or pizza parlors. Our mission teams became close as a religious family. The seminarians witnessed religious life to our lay volunteers and the lay volunteers enriched the summer experience of the seminarians.
Each year, we ended our mission with a short vacation together. Most years, after the celebration of the sacraments, we rented a home on an Oregon beach and spent two days on the Oregon coast. One year, we went to a dude ranch in Idaho, and another time we camped at Canyon Lands National Park. Many of the seminarians told me that the summer in migrant camps was the highlight of their summer mission experiences as seminarians. It was always a special time for me as their mentor.
(Tomorrow: Reflection for All Saints Day)