Vocation/Vocación : El Sacramento de Confirmación
El Sacramento de Confirmación
Es común que los jóvenes inmigrantes y migrantes sean bautizados cuando son bebés. Crecen en hogares de padres cuya práctica de la fe católica se basa en prácticas familiares de devoción religiosa. La participación formal en las comunidades parroquiales de fe a menudo se limita a celebraciones de fiestas, eventos sacramentales de miembros de la familia, presentaciones de niños en la Iglesia, quinceañeras y novenarios por la muerte de miembros de la familia. Debido a la inestabilidad de la vida por las temporadas agrícolas o la inestabilidad causada por asuntos de inmigración, muchas familias carecen de participación regular en las comunidades parroquiales. En la pastoral rural con familias que se dedican a las labores de agricultura, empacadoras, procesamiento y distribución de alimentos, encuentran barreras a los sacramentos en parroquias que no ofrecen programas de preparación que respondan a las condiciones en las que viven estas familias. A continuación, se muestran algunos ejemplos de cómo superar barreras y dar energía a los jóvenes a través del sacramento de la Confirmación.
The Sacrament of Confirmation
It is common that migrant and immigrant youth are baptized as infants. They grow up in homes of parents whose practice of the Catholic faith is based on family practices of religious devotion. Formal participation in parish communities of faith often is been limited to celebrations of feasts, sacramental events of family members, presentations of children in the Church, Quinceañeras and services around the death of family members (the novenario). Due to instability of life on account of agricultural seasons or the instability caused by immigration issues many families lack regular participation in parish communities. In rural ministry with families engaged in the works of agriculture, packing houses, food processing and distribution, find barriers to the sacraments in parishes that do not offer programs of preparation that respond to the conditions in which these families live. Here are a few examples of overcoming barriers and energizing young people through the sacrament of Confirmation.
En 2001, el obispo Robert Vasa de la Diócesis de Baker, Oregon invitó a mi equipo misionero para almorzar con él. Durante dos años, nuestra misión de cosecha de cerezas preparó a los niños para la Primera Comunión. Cuando el obispo se dio cuenta de que muchos de los que recibían la Primera Comunión tenían más de doce años, nos dijo que debíamos prepararlos también para el sacramento de la Confirmación. Le dije que solo teníamos dos semanas de clases. La cosecha de la cereza nos ofreció una ventana de tiempo muy corta para ofrecer clases. Él dijo: “Sólo tienes el tiempo que Dios te da. Enséñales y yo los confirmaré”. Durante nueve años, venía todos los veranos para la Confirmación de campesinos. Con su aliento, reconocer el “tiempo que Dios nos da” se convirtió en el foco principal de mi trabajo con los migrantes.
Había una parroquia en la Diócesis de Fresno con un grupo maravilloso de catequistas que fueron creativos en la preparación de niños para la Primera Comunión en varios sitios fuera de la ciudad. El horario de las clases dependía de cuándo las personas de cada comunidad podían tener sus clases. A los catequistas les preocupaba que los jóvenes no recibieran el sacramento de la Confirmación debido a la inestabilidad de la vida de sus familias. El programa ordinario de la parroquia era de dos años y el director de catechesis tenía requisitos estrictos para los jóvenes que no eran razonables para los que vivían en lecherías y granjas. Los animé a crear un programa que correspondiera a la vida de las personas de su comunidad.
Los catequistas me informaron que el Obispo vendría a la Confirmación en esa parroquia el domingo antes del Miércoles de Cenizas. Los catequistas decidieron tener clases de 10:00 am a 4:00 pm los sábados y domingos. Los jóvenes vinieron un fin de semana al mes durante tres meses, noviembre, enero y febrero. El programa fue exigente ya que involucró 36 horas de clases e incluyó la misa como parte de cada retiro. Participé en el programa dos veces. Había más de 120 en cada programa.
Dos resultados interesantes:
Un año celebramos las Confirmaciones con el grupo parroquial que había pasado por un programa de preparación de dos años. Había unos 60 jóvenes en el grupo parroquial y 120 del grupo campesino. Había una diferencia obvia en la energía y alegría del grupo campesino que participó en un programa de preparación de tres meses en comparación con el grupo parroquial. El obispo tomó nota de la respuesta y en el camino de regreso a Fresno reflexionó sobre el valor de los programas más en sintonía con la vida de las personas en circunstancias especiales.
En otro grupo, Flor (no es su nombre real) les hizo saber a todos en la clase que no quería estar allí. Ella cuestionó todo, diciendo que no creía en lo que le enseñaban. Dijo que solo vino porque su madre la hizo venir. Vino los dos primeros retiros y después de la misa le dije que hablaría con su madre si quería y que no la confirmarían si no quería. También dije, que si ella venía al próximo retiro, lo tomaría como una señal de que quería ser confirmada. Ella vino al próximo retiro, todavía desafiando todo. Ella fue confirmada, pero me preocupé por ella. Un año después, el director me pidió que escribiera una carta de recomendación para cuatro personas que dedicaron más de 100 horas de servicio a la iglesia. La carta podría ayudar a los estudiantes en sus solicitudes para la universidad. Cuando escuché que Flor era una de las estudiantes, no lo podía creer. La directora dijo que se ofreció como catequista, cocinaba una vez a la semana para una cocina de caldo para los pobres y preparaba a los niños para hacer una obra dramática del nacimiento de Jesús para la Posada. !Nuestra Flor¡
(Mañana: otra historia del “tiempo que Dios te da”)
In 2001, Bishop Robert Vasa of the Diocese of Baker, Oregon welcomed me and my mission for lunch. For two years, our cherry harvest mission prepared children for First Eucharist. When the bishop realized that many of those receiving First Eucharist were over twelve years of age, he told us that we should prepare them also for the sacrament of Confirmation. I told him that we only had two weeks of classes. The cherry harvest presented us a very short window of time to offer classes. He said, “You only have the time that God gives you. You teach them and I will confirm them.” For nine years, he came every summer for the Confirmation of campesinos. With his encouragement, recognizing the “time that God gives us” became the major focus of my work with migrants.
There was a parish in the Diocese of Fresno with a wonderful group of catechists who were creative in preparing children for First Communion at several sites around the town. The timing of the classes depended on when people in each community could have their classes. The catechists were concerned that young people would not receive the sacrament of Confirmation because of the instability of their families’ lives. The regular parish program for Confirmation was for two years and the religious education director had strict requirements for the youth that were unreasonable for those living on dairies and farms. I encouraged them to create a program that corresponded to the lives of people in their community.
The catechists informed me that the Bishop would come for Confirmation at that parish on the Sunday before Ash Wednesday. The catechists decided to have classes from 10:00 am to 4:00 pm on Saturday and Sunday. The youth came one weekend per month for three months, November, January and February. The program was demanding as it involved 36 hours of classes and included Mass as part of each retreat. I participated in the program twice. There were over 120 in each program.
Two interesting results:
One year, we celebrated the Confirmations with the parish group that had gone through a two-year program of preparation. There were about 60 youth in the parish group and 120 from the campesino group. There was an obvious difference in the energy and joy of the campesino group who participated in a three-month program of preparation as compared with the parish group. The Bishop took note of the response and on the way back to Fresno mused about the value of programs more in tune with the lives of people in special circumstances.
In another group, Flor (not her real name) let everyone in the class know that she did not want to be there. She questioned everything, saying that she did not believe what was being taught. She said that she only came because her mother made her come. She came for the first two weekends, and after the Mass, I told her that I would talk with her mother if she wanted and that she would not be confirmed if she did not want it. I also said, that if she came to the next retreat, I would take that as a sign that she wanted to be confirmed. She came to the next retreat, still challenging everything. She was Confirmed, but I worried about her. A year later, the director asked that I write a letter of recommendation for four people who dedicated over 100 hours of service to the church. The letter could help the students in their applications for college. When I heard that Flor was one of the students, I could not believe it. The director said that she volunteered as a catechist, cooked once a week for a soup kitchen and prepared children to do a dramatic presentation of the birth of Jesus for the parish Posada. Our Flor.
(Tomorrow: Another “time that God gives you” story)