Stories: Francisco
Francisco
En este tiempo del año, invito a los migrantes a recordar la práctica de la fe católica en su país de origen. A menudo, gente se extraña de las tradiciones de su familia y de su comunidad de origen. Alguien dijo recientemente: “Padre, mi familia no participó activamente en la iglesia, y mientras yo me bauticé, teníamos poca conexión con la fe católica. Me volví activo en la iglesia después de llegar a los Estados Unidos”. Mientras contaba su historia, recordé a Francisco contándome su historia.
Fui a Oaxaca en 1995 con un grupo misionero de hermanas y tres sacerdotes para la Semana Santa. Fue una gran oportunidad para vivir la Semana Santa en “ranchos” en México. La comunidad era indígena, mixteca. Yo era el sacerdote de dos ranchos y el equipo misionero incluía cuatro misioneros para cada pueblo. Cada día, pasaba seis horas por la mañana escuchando confesiones y teniendo una clase con niños antes de caminar cinco kilómetros hasta el otro rancho. Allí almorzaba, escuchaba confesiones durante dos horas, celebraba misa y luego caminaba de regreso al rancho más grande. Escuché confesiones durante una hora más, celebré la misa y cenamos. Los días estaban llenos, pero una Semana Santa memorable para mí.
Había una barranca honda entre los dos ranchos y sería fácil perderse tratando de llegar a la otra comunidad. Francisco fue mi guía. Tenía 28 años. Estaba visitando a sus padres por la Semana Santa. Me dijo que verdaderamente se hizo católico en los Estados Unidos. Su pueblo solo tenía sacerdotes que visitaban el rancho tres o cuatro veces al año. Cuando tenía 16 años, se fue a trabajar a viñedos en California. Al principio fue una aventura y trabajó en el campo. Después de tres meses se sentía solo, extrañaba su hogar y bebía demasiado con sus amigos. Quería volver a México, pero allí no había trabajo.
Un día, un amigo lo invitó a misa un sábado. Le dijo al amigo: “¿Por qué? La iglesia es para ancianas”. El amigo dijo: “Ven a la misa. Después de la misa hay un baile. Hay muchas chicas allí”. Entonces, fue a misa y al baile. El sacerdote anunció que para el verano, habría un baile todos los sábados después de la Misa. Las próximas dos semanas, fue a la Misa y a encontrarse con las chicas. El sacerdote le dijo: “Francisco, escuché que tocas la guitarra. Al coro le vendría bien otro guitarrista”. Trató de decir que no, pero el padre insistió. Dos semanas después, el sacerdote le dijo que el director del coro se mudaba y le pidió a Francisco que se hiciera cargo del coro. Quería decir que no, pero no podía.
Francisco siguió tocando para la misa. Unos años después, se casó y se involucró más y más en la parroquia. Fue a California para la aventura, sin pensar nunca que encontraría su fe allí.
Migrant Stories — Francisco
At this time of year, I invite migrants to recall their practice of the Catholic faith in their country of origin. Often, they speak of missing the traditions of their families and of their home communities. Someone recently said, “Father, my family was not active in church, and while I was baptized, we had little connection with the Catholic faith in Mexico. I became active in the church after I came to the United States.” As he told his story, I remembered Francisco telling me his story.
I went to Oaxaca in 1995 with a group of sisters and three Comboni Fathers for Holy Week. It was a great opportunity to experience Holy Week on “ranchos” in Mexico. The community was indigenous, Mixtec. I was the priest for two ranchos, and our mission team included four missionaries for each town. Each day, I spent six hours in the morning hearing confessions and having a class with children before walking three miles to the other town. There I would have lunch, hear confessions for two hours, say Mass and then walk back to the larger town. I heard confessions for another hour or so, said Mass and we had our evening meal. The days were full, but quite a Holy Week for me.
There was a deep valley between the two towns, and it would be easy for a foreigner to get lost trying to get to the other town. Francisco was my guide. He was 28. He was visiting his parents for Easter. He told me that he really became Catholic in the United States. His town only had priests visit the town three or four times a year. When he was 16, he went to work in vineyards in California. At first, it was an adventure and he worked in the fields. After three months he was lonely, missed home and he was drinking too much with his friends. He wanted to go back to Mexico, but there was no work there.
One day a friend invited him to Mass on a Saturday evening. He told the friend, “Why? Church is for old ladies.” The friend said, “Come to the Mass. After Mass there is a dance.” “There are lots of girls there.” So, he went to Mass and the dance. The priest announced that for the summer, there would be a dance every Saturday after the Mass. The next two weeks, he went for the Mass and to meet the girls. The priest said to him, “Francisco, I heard that you play guitar. The choir could use another guitar player.” He tried to say no, but Padre insisted. Two weeks later the priest told him that the choir director was moving, and he asked Francisco to take over the choir. He wanted to say no, but couldn’t.
Francisco continued playing for Mass. A few years later, he married and became more and more involved in his parish. He went to California for the adventure, never thinking that he would find his faith there.