Mission of Padre Migrante: Salvation is not earned – La salvación no se gana
La salvación no se gana
Esta es mi época favorita del año. Ayer fui a comprar cerezas frescas de Oregón. Me recuerdan las lecciones aprendidas de trece años ofreciendo el ministerio sacramental de verano para hijos de trabajadores de la cereza en The Dalles, OR. Una lección llegó ofreciendo misa en un huerto. Ese verano, simplemente ofrecí misa en los campamentos cada noche durante la cosecha. Le pregunté: “¿Qué más puedo hacer por ustedes que la misa, si regreso el próximo verano?” Una mujer dijo: “No necesitamos que sea nuestro abogado, trabajador social o médico. Necesitamos que sea nuestro sacerdote”. De ella y de otros, aprendí sobre la dificultad que tienen los trabajadores migrantes para que sus hijos reciban la gracia de la Primera Comunión.
Queremos que la gente aprenda la doctrina de la fe católica. Los horarios de la mayoría de los programas de educación religiosa rara vez consideran la movilidad de los trabajadores agrícolas y sus familias. Las clases comienzan en septiembre y terminan en mayo. Los programas dan la impresión de que uno “gana” la gracia del sacramento. Durante once años, con un equipo de misioneros laicos, ofrecí un programa de dos semanas en campamentos de migrantes para preparar a los niños para la Primera Comunión. Más tarde incluimos la preparación de los jóvenes para la Confirmación.
El ejemplo de Juanita: (Una historia de espontaneidad y oportunidad del ministerio)
Juanita se acerco a mí el penúltimo día de nuestro programa sacramental para preguntar: “Padre, ¿qué tengo que hacer para recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo?” No era la manera normal de pedir la Primera Comunión. Le dije que nuestro programa era para gente como ella, pero ya estábamos en el penúltimo día de clase y que no podía recibir nuevas personas. Ella empezó a llorar. Le pedí que se sentara y me contara su historia.
Juanita me contó que su familia había llegado la noche anterior y se enteró de nuestro programa por parte de sus primos que estaban en la clase. También me contó que había vivido en diez ciudades en ocho años, que se había inscrito tres veces en las clases de Primera Comunión, pero que nunca había terminado los programas. Cada vez tenía que empezar de nuevo. Yo le hice preguntas de la fe. Era evidente que ella estaba bien informada sobre el catolicismo. Le pregunté: “¿Cómo es que sabes tanto acerca de la Iglesia?” Ella me dijo: “Padre, vamos a Misa los domingos. Somos católicos. Solo somos migrantes”. No había duda de que iba a seguir creciendo en su práctica de la fe católica. La di la bienvenida a la clase. Cuatro días después recibió la Confirmación y la Primera Comunión.
Necesitamos reconocer que Jesús no vino a establecer formas de “ganarnos” la gracia. Me desafían por ser relajado cuando sugiero que las prácticas niegan a los pobres el acceso a los sacramentos. Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. (Jn. 14: 6) No nos ganamos el amor de Dios, el amor de Cristo y el amor de la Iglesia. Hay millones de personas pobres en nuestro mundo que necesitan escuchar el evangelio como la buena nueva. Necesitan que hacemos caminos hacia Cristo que sean dados gratuitamente en el amor de Dios. Nosotros, los Redentoristas, somos enviados a “los que nunca oyeron el mensaje de la Iglesia o no lo aceptan al menos como buena nueva”.
A todos mis amigos que recogen cerezas hoy. Ojalá estuviera con ustedes de nuevo. Que Dios los bendiga y proteja a ustedes y a sus familias. Te amo con todo mi corazón.
Salvation is not earned
This is my favorite time of the year. Yesterday, I went to buy fresh Oregon cherries. They remind me of the lessons learned from thirteen years offering summer sacramental ministry for children of cherry workers in The Dalles, OR. The greatest lesson came offering Mass in an orchard. That summer, I simply offered Mass in camps each evening for four weeks. I asked, “What more can I do for you than offer Mass, if I return next summer?” A woman said, “We do not need you to be our lawyer, social worker or doctor. We need you to be our priest.” From her and others, I learned about the difficulty of migrant workers experience in having their children receive the grace of First Eucharist.
We want people to learn the basics of faith and Catholic life. The schedules of most religious education programs seldom consider the mobility of farm workers and their families. Classes begin in September and end in May. The programs give the impression that one “earns” the grace of sacrament. For eleven years, with a team of lay missionaries, I offered a two-week program in migrant camps to prepare children for First Communion. Later we included preparing youth for Confirmation.
The example of Juanita: (A story of spontaneity and timeliness of ministry)
Juanita came to me on the second to the last day of our sacramental program to ask, “Padre, what do I need to do to receive the Body and Blood of Christ?” It was not the normal way a person may ask for First Communion. I told her that our program was for people like her, but it was the second to the last day of class and we could not take on new people. She began to cry. I asked her to sit down and tell me her story.
Juanita explained that her family had arrived the night before and she found out about our program from her cousins who were in the class. She told of having lived in 10 different towns in eight years, having three times entered First Eucharist classes but never completed the programs. Each time the family moved, she had to begin again. I asked her questions of faith. It became clear that she was well informed on Catholicism. I asked, “How is it that you know so much about the Church?” She said, “Father, we go to Mass on Sundays. We are Catholic. We are just migrants.” There was no doubt that she would continue to grow in her practice of the Catholic faith. I welcomed her to the class. Four days later she received Confirmation and First Eucharist.
We need to recognize that Jesus did not come to establish ways for us to “earn” grace. I am challenged as being lax when I suggest that the practices deny the poor access to the sacraments. Jesus said, “I am the way and the truth and the life.” (Jn. 14:6) We do not earn the love of God, the love of Christ and the love of the Church. There are millions of poor people in our world who need to hear the gospel as good news. They need us to create paths to Christ that are freely given in God’s love. We, Redemptorists, are sent to “those who have never heard the Church’s message, or at least do not receive it as the “Good News.”
To all my friends picking cherries today. I wish that I were with you again. May God bless and protect you and your families. I love you with all my heart.
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Oh Jesús, tú nos llamas: “Síganme”. Bendice, Señor, a todos los que acogen tu llamado. Puede que el camino no sea fácil, pero tenemos la confianza de que todo es posible si caminamos contigo. Que este viaje nos abra los ojos a las maravillas de tu amor por nosotros. Oramos por toda tu gente, por todos los creyentes e incrédulos, por los líderes y seguidores. Oramos por la sanación, el perdón, la compasión, la justicia y la paz. Oramos para que, al seguirte, nosotros también podamos ser pescadores de hombres. Bendícenos en nuestro viaje.
O Jesus, you call us, “Come after me.” Bless, O Lord, all who welcome your call. The path may not be easy, but we have confidence that all things are possible if we walk with you. May this journey, open our eyes to the wonders of your love for us. We pray for all your people, for all believers and unbelievers, for leaders and followers. We pray for healing, for forgiveness, for compassion, for justice, for peace. We pray that as we follow you, we too can be fishers of men. Bless us on our journey.