Mission in The Dalles, OR – Misión en The Dalles, OR
Misión en The Dalles, OR
En los primeros dos años de las misiones bilingües, ofrecimos todas nuestras misiones en Colorado. En 1996, comenzamos a ofrecer misiones en Nebraska, Kansas y Oregon. Durante una misión en The Dalles, OR, muchos feligreses nos pidieron que regresáramos para la cosecha de cerezas en junio. Regresamos para ofrecerle a un sacerdote la oportunidad de irse a estudiar español, cuidar la parroquia durante un mes, ayudar a la parroquia con la escuela bíblica de vacaciones y celebrar misas en los huertos cada noche con los granjeros y trabajadores agrícolas. La misión de verano me presentó a un grupo de trabajadores que me introdujeron a la vida de los trabajadores agrícolas migrantes.
El siguiente es un extracto de mi libro, La Fe del Migrante:
Mis primeras experiencias en la vida del campesino migrante
Durante el verano de 1998, pasé cuatro semanas con campesinos migrantes en The Dalles, Oregón durante la cosecha de la cereza. Me acompañaron dos misioneros laicos. Cada noche celebramos misa en diferentes huertas. Antes de cada misa, yo escuchaba confesiones mientras que los misioneros laicos preparaban a la comunidad para la misa. Durante la misa, los misioneros llevaban a los niños para escuchar la liturgia de la palabra y yo hablaba con los adultos. Los misioneros regresaban a los niños para la liturgia de la Eucaristía. Después de la misa, platicábamos con los migrantes y aprendíamos acerca de sus vidas.
En varias ocasiones pregunté a la gente qué necesitaba de la Iglesia. Una y otra vez la gente pedía que se les reiterara de la presencia y amor de Dios en sus vidas. Pedían oración, instrucción religiosa y atención a su dolor sobre la separación de sus familias. Muchos pedían la gracia de los sacramentos del Bautismo, la Confirmación y la Primera Comunión para sus hijos. Una señora me dijo: “Padre, no necesitamos que usted sea nuestro abogado o trabajador social. Necesitamos que usted sea nuestro sacerdote”.
Un misionero observó que mientras mucha gente asistía nuestras misas, muy pocos recibían la comunión. Empezó a preguntar y se dio cuenta de que muchos nunca habían recibido su Primera Comunión. Muchos de los jóvenes decían ser católicos, pero nunca se les había instruido en las enseñanzas básicas de la Iglesia. Cuando preguntamos, los padres y jóvenes nos dieron un vistazo sobre sus experiencias con la Iglesia Católica en los Estados Unidos. Muchos dijeron que en las parroquias en California donde vivían, habían preguntado sobre la preparación de sus hijos para la Primera Comunión. Seguido les decían que las clases empezaban en septiembre y terminaban en mayo. Algunos vivían en comunidades que tenían programas que duraban dos años o más. Una parroquia que contaba con miles de familias mexicanas había puesto un limite indicando que, por año, solo 100 niños podían participar en el programa de Primera Comunión. Muchos niños terminaban en lista de espera. Para muchos trabajadores migrantes, simplemente no era posible que sus hijos asistieran a tales programas porque trabajaban en el campo y seguían la cosecha. Muchos niños eran bautizados, pero pocos recibían su Primera Comunión.
Ese verano comenzó mi relación con los campesinos migrantes. Un evento sobresaliente del verano tomó lugar durante la segunda semana de la cosecha. Celebré mi vigésimo quinto aniversario como sacerdote. Los trabajadores de una huerta tomaron el día libre y me prepararon una fiesta. Los hombres prepararon birria y carnitas, mientras que las mujeres prepararon los frijoles, arroz y salsa. Fue un domingo y después de la misa de las seis de la tarde, cerca de 300 trabajadores migrantes acudieron a la fiesta. Un grupo de trovadores iba de mesa en mesa cantando para entretenernos. No hay mejor modo para que un misionero celebre su aniversario.
Después de dos veranos celebrando misas en campamentos de inmigrantes, presenté un plan para un programa de preparación para la Primera Eucaristía al pastor de la Iglesia de San Pedro y al obispo de Bend, Oregon. Ese programa, la misión de la cosecha de cereza, fue tan exitoso que completó su decimotercer verano en 2010. Durante esos años hubo 900 Primeras Comuniones, más de 400 Confirmaciones, 160 Bautismos y seis matrimonios. La misión me permitió el privilegio de tener una entrada única en el mundo del trabajador agrícola migrante.
Mission in The Dalles, OR
In the first two years of bilingual missions, we offered all of our missions in Colorado. In 1996, we began offering missions in Nebraska, Kansas and Oregon. During a mission in The Dalles, OR, many parishioners asked us to come back for the cherry harvest in June. We came back to offer a priest an opportunity to go away to study Spanish, care for the parish for a month, help the parish with vacation bible school and to celebrate Masses in orchards each evening with the farmers and farm workers. The summer mission introduced me to a group of workers that introduced me to the lives of migrant farmworkers.
The following is an excerpt from my book, Migrant Faith:
My first experiences in the lives of migrant farm workers
I spent four weeks during the summer of 1998 with migrant farm workers in The Dalles, Oregon during the cherry harvest. Two lay missionaries accompanied me. Each evening we celebrated Mass in different orchards. Before each Mass, I would hear confessions while the lay missionaries prepared the community for the Mass. During the Mass, the missionaries took the children for liturgy of the Word and I spoke with the adults. They would bring the children back for the Liturgy of the Eucharist. After the Mass, we visited with the migrants and learned about their lives.
On several occasions, I asked people what they needed from the Church. Over and over people asked for reassurance of God’s presence and love in their lives. They asked for prayer, religious instruction and for someone to listen to their pain over their separation from their families. Many asked for the grace of the sacraments of Baptism, Confirmation, and Eucharist for their children. One woman said, “Father, we do not need you to be our lawyer or social worker; we need you to be our priest.”
One missionary observed that while many people attended our Masses, very few received Communion. He began to ask them why and found that many had never received their First Eucharist. Many of the young people said that they were Catholic but had never been taught the basic teachings of the Church. When we asked why, parents and young people gave us a glimpse into their experience of the Catholic Church in the United States. Many said that they had asked parishes in California where they lived about preparing their children for First Communion. Often, they were told that classes begin in September and end in May. Some lived in communities that had programs that lasted two or more years. One parish that had several thousand Mexican families had placed a limit that only 100 children per year could take part in the First Communion program. Many children were placed on waiting lists. For many migrant workers it was simply not possible for their children to attend such programs as they worked the fields and followed harvests. Many children were baptized, but few received their First Communion.
That summer my relationship with migrant farm workers began. One of the highlights of the summer took place during the second week of the harvest. I celebrated my 25th anniversary as a priest. One of the crews took a day off and prepared a fiesta. The men prepared birria and carnitas, while the women prepared the beans, rice and salsa. It was a Sunday and after the 6:00 p.m. Mass, nearly 300 migrant workers came to the fiesta. A group of troubadours went around singing at each table for entertainment. There is no better way for a missionary to celebrate his anniversary.
After two summers of celebrating Masses in migrant camps, I presented a plan for a program of preparation for First Eucharist to the pastor of St. Peter’s Church and to the Bishop of Bend, Oregon. That program, The Cherry Harvest Mission, was so successful that it completed its thirteenth summer in 2010. Over those years there were 900 First Communions, over 400 Confirmations, 160 Baptisms and six marriages. The mission allowed me the privilege of gaining a unique entry into the world of the migrant farm worker.
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Oh Jesús, tú nos llamas: “Síganme”. Bendice, Señor, a todos los que acogen tu llamado. Puede que el camino no sea fácil, pero tenemos la confianza de que todo es posible si caminamos contigo. Que este viaje nos abra los ojos a las maravillas de tu amor por nosotros. Oramos por toda tu gente, por todos los creyentes e incrédulos, por los líderes y seguidores. Oramos por la sanación, el perdón, la compasión, la justicia y la paz. Oramos para que, al seguirte, nosotros también podamos ser pescadores de hombres. Bendícenos en nuestro viaje.
O Jesus, you call us, “Come after me.” Bless, O Lord, all who welcome your call. The path may not be easy, but we have confidence that all things are possible if we walk with you. May this journey, open our eyes to the wonders of your love for us. We pray for all your people, for all believers and unbelievers, for leaders and followers. We pray for healing, for forgiveness, for compassion, for justice, for peace. We pray that as we follow you, we too can be fishers of men. Bless us on our journey.