“Deja que los niños vengan a mí” / “Let the children come to me”
CARTA NAVIDEÑA:
“Deja que los niños vengan a mí”
Un regreso a The Dalles:
Pasé trece veranos entre 1998 y 2010, ofreciendo una misión sacramental para los trabajadores de la cosecha de cerezas en The Dalles, Oregon. Durante dos veranos, ofrecí misas en diferentes campamentos de migrantes cada noche. Una noche, después de una misa, le pregunté a la gente: “Si regreso el próximo verano, ¿qué más puedo hacer por ustedes que simplemente ofrecer misa”? Una mujer dijo: “No le necesitamos como nuestro abogado, nuestro trabajador social o nuestro médico. Le necesitamos como nuestro sacerdote”. La gente me dijo que sus hijos habían pasado la edad normal para la Primera Comunión y que los programas en sus parroquias en California no estaban disponibles para personas como ellos que seguían las cosechas y no estaban presentes en la parroquia por largo tiempo. Formé equipos para ofrecer programas con seminaristas y voluntarios laicos por la temporada de la cosecha para que los jóvenes reciban los sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación.
El verano pasado, volví a The Dalles para la cosecha de “la cherry.” Era el momento de renovar mi contacto con los campesinos y con los productores de cerezas. Debido a los límites de reunir personas en grupos grandes, visité los campamentos solo y ofrecí algunas misas. Este verano hubo menos familias presentes en los campamentos, pero las que vinieron con niños presentaron los mismos problemas de que sus hijos recibieran la Eucaristía y la Confirmación. Durante la cosecha, cinco niños de familias que conozco desde hace muchos años recibieron su Primera Comunión. Sus fotos están arriba.
Este año, muchas celebraciones de la Primera Comunión se retrasaron debido a las restricciones de COVID. Algunos de los niños aún no han recibido la Eucaristía. Lo mismo ha sucedido con los candidatos al sacramento de la Confirmación. Este no es solo el caso de migrantes e inmigrantes. Durante el próximo año, muchas parroquias necesitan escuchar a Jesús instruyendo a los fieles: “Deja que los niños vengan a mí”. A medida que las parroquias buscan “ponerse al día” con aquellos que no pudieron recibir los sacramentos en nuestros ministerios regulares, nosotros, como líderes de la iglesia, debemos ser creativos. Sugiero que un alcance más corto y enfocado a las personas en movilidad puede proporcionar un modelo para llevar a los niños y jóvenes a los sacramentos perdidos en este año de pandemia.
La creatividad en la catequesis mejora la vida religiosa y la participación, incluso en programas que responden al rápido ritmo del mundo que nos rodea. El Papa Juan Pablo II escribió en un documento no traducido al inglés para los obispos de América Latina en 1983. Dijo: “Necesitamos una nueva evangelización, nueva en sus métodos, su ardor y su expresión”. Ese mensaje, lamentablemente, se tradujo en la década de 1990 en un sometimiento servil de los métodos catequéticos al Nuevo Catecismo que fracasó en lograr los nobles objetivos del Catecismo de estabilizar el ministerio catequético después de las innovaciones del Concilio Vaticano II. Hoy, necesitamos la nueva energía que se pidió en los primeros años del papado del Papa Juan Pablo II.
Espero no solo regresar el próximo verano a The Dalles para el ministerio que ha sido el punto culminante de mi vida en el ministerio, sino que espero ver nueva energía en la Iglesia para dar la bienvenida a las personas a la fe. Mi esperanza es que a medida que nuestro mundo se recupere a partir de 2020, podamos cumplir el llamado del Papa Juan Pablo II a una “nueva evangelización, nueva en sus métodos, ardor y expresión”. Que podamos responder a la preocupación del Papa Francisco de que los pobres reciban “atención espiritual”. Y aceptemos adoptar nuevas actitudes de acuerdo con la alegría del Evangelio. Necesitamos abandonar la actitud de “Siempre lo hemos hecho así”.
Oren para que la estrella de Navidad nos ilumina en una Nueva Evangelización.
(Mañana: “Los pastores oyeron a los ángeles”)
CHRISTMAS LETTER:
“Let the children come to me”
A return to The Dalles:
I spent thirteen summers between 1998 and 2010, offering a sacramental mission for cherry harvest workers in The Dalles, Oregon. For two summers, I offered Masses in different migrant camps each evening. After a Mass one evening, I asked people, “If I return next summer, what more can I do for you than simply offer Mass.” A woman said, “We do not need you to be our lawyer, our social worker or our doctor. We need you to be our priest.” People told me that their children had passed the normal age for First Communion and that programs in their home communities were not available to people like them who followed crops and were not present in any parish for long periods of time. I formed teams with seminarians and lay volunteers to offer programs for the time of the harvest so that young people receive the sacraments of Eucharist and Confirmation.
This past summer, I returned to The Dalles for the cherry harvest. It was a time to renew my contact with migrant farm workers and with the cherry growers. Due to limits of gathering people in large groups, I visited camps alone and offered a few Masses. There were less families present in the camps this summer, but those who came with children presented the same problems of having their children receive Eucharist and Confirmation. During the harvest, five children from families that I have known for many years received their First Communion. Their pictures are above.
This year, many First Eucharist celebrations were delayed because of restrictions from COVID. Some of the children have not received the sacrament yet. The same has happened for candidates for the sacrament of Confirmation. This is not just the case of migrants and immigrants. During the coming year, many parishes need to hear Jesus instructing the faithful, “Let the children come to me.” As parishes seek to “catch up” with those who were unable to receive the sacraments in our regular ministries, we, as leaders in the church need to be creative. I suggest that shorter, more focused outreach to people of mobility may provide a model for bringing children and youth to the sacraments missed in this strange year of a pandemic.
Creativity in catechesis enhances religious life and participation, even in programs that respond to the rapid pace of the world around us. Pope John Paul II wrote in a document not translated into English for the Bishops of Latin America in 1983. He said, “We need a new evangelization, new in its methods, its ardor and expression.” That message unfortunately translated in the 1990’s into a slavish subjugation of catechetical methods to the New Catechism that failed to accomplish the noble goals of the Catechism to stabilize catechetical ministry after the innovations of the Second Vatican Council. Today, we need the new energy called for in the early years of the papacy of Pope John Paul II.
I look forward to not only returning next summer to The Dalles for the ministry that has been the highlight of my life in ministry, but I look to seeing new energy in the Church to welcome people home to the faith. My hope is that as our world recovers from 2020, we may fulfill Pope John Paul II’s call to a “new evangelization, new in its methods, ardor and expression.” May we respond to Pope Francis’ concern that the poor receive “spiritual care.” And may we accept that we adopt new attitudes in accord with the Joy of the Gospel. We need to abandon the attitude, “We have always done it this way.”
Pray that the Christmas star lead us to the New Evangelization.
(Tomorrow: “The shepherds heard the angels.”)